Algunas veces, por la mañana o por la tarde miramos hacia el cielo y en pleno día vemos la Luna, blanca sobre azul. Se llama coloquialmente Luna de día y se produce como parte del ciclo natural de rotación y traslación de la Luna y la Tierra. A pesar de ser algo muy habitual y común nos llama la atención.
La Luna se ve desde la Tierra con distinto aspecto según sea su posición relativa con respecto a la Tierra y el Sol. A estas variaciones visuales se les llama fases. Son nueva, cuarto creciente, llena y cuarto menguante. “La luna llena solo se ve de noche, la luna nueva no se ve, el cuarto creciente se ve al atardecer y por la noche y el cuarto menguante al amanecer y por la mañana”, resume Antonio Pérez Verde, astrónomo de la REDA (Red Española para la Divulgación de la Astronomía).
En la Luna Nueva, el satélite está alineado con el sol y no podemos verla desde la Tierra porque está ensombrecida por el resplandor.
A medida que pasan los días, la Luna va creciendo. Primero aparece como una c invertida en el hemisferio norte y una c en el hemisferio sur que va aumentando su grosor e iluminando cada vez más superficie del satélite.
“Desde la perspectiva de un espectador situado en la Tierra, la Luna se va separando del Sol y escondiéndose tras el horizonte cada día más tarde que nuestra estrella por lo que podemos ver la Luna de día por la tarde y al anochecer”, señala este experto.
Luego, la Luna sigue rotando alrededor de la Tierra y entra en fase menguante. “En esa fase, la Luna irá apareciendo por el horizonte cada vez más tarde desde que el Sol se escondió”, explica. Por eso, vemos la Luna de madrugada y por la mañana.
Llega un momento en el que la Luna vuelve a esconderse en el horizonte a la vez que el Sol, es la Luna Nueva y arranca con ella un nuevo ciclo.
Fuente: rtve.es
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